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domingo, 11 de noviembre de 2007

La edad de las mujeres, por Enza Scalici.

Desde siempre, desde que era una jovencita, me ha llamado la atención ver que, en general, muchas mujeres adultas esconden su verdadera edad cronológica, declarando menos años de lo que tienen en realidad, llegando a defender esta posición con ferocidad, si es necesario.
¿Por qué lo hacen? Me preguntaba.
Se puede comprender esta actitud en las artistas. Son mujeres que deben cuidar esmeradamente su piel y cuerpos, sus energías están enfocadas al cuidado personal, y así parecen detener el tiempo, obligada por el medio en el cual se desenvuelven. Pero en general, muchas representantes del sexo femenino declaran, (cuando se ven obligadas) menos años de los que tienen en realidad.

Con el paso de los años, jamás sentí la necesidad de alterar mi edad. A los veinte aceptaba con naturalidad mi juventud, a los treinta, la plenitud como esposa y madre, a los cuarenta, la felicidad de ver a mis hijos adultos y comenzando a independizarse, previendo para mí un futuro lleno de actividades que no había podido realizar hasta entonces… y que comencé y sigo realizando ahora, en la plenitud de mi madurez.

Hoy, con estas reflexiones basadas en la experiencia, llego a comprender la tristeza que delata este miedo, pues en la mayoría de los casos, esconder su verdadera edad no es simple coquetería femenina, sino un intento de encubrir fuertes emociones negativas.
La tristeza de la edad la provoca el sentimiento de vacío que algunas mujeres llegan a experimentar. Su percepción inconsciente (o tal vez consciente) es sencilla: estoy envejeciendo, y no he obtenido lo que anhelo (una familia, un cargo importante, cierta posición en la sociedad, etc.) por lo tanto me niego a aceptarlo. Si creo ser más joven de lo que soy en realidad, le escondo a los demás, y sobre todo me escondo a mí misma, la frustración por no haber llegado donde siempre soñé, pues así hago creer y creo que todavía tengo mucho tiempo por delante.
Traducido en otras palabras, de esta manera se intenta disfrazar la percepción, muchas veces errónea, de un fracaso.
Pero este miedo no se manifiesta solo al esconder la propia edad, sino en burlas sobre la de las demás.

Todas las mujeres del mundo, unidas en una coalición, deberíamos ayudarnos y defendernos, y sin embargo, en muchos casos, no hay peor enemigo que otra mujer. Las pullas sobre nuestra edad las escuchamos de bocas femeninas, nunca de labios masculinos, en un patético intento de ocultar sus propios miedos.
Psiquicas Martha Rosenthal y Enza Scalicci

Analizamos un poco el asunto. Una mujer joven no bromea con la edad de las demás.
A lo sumo, manifiesta espanto al proyectarse en un tiempo futuro, que siempre le parece lejanísimo. ¿Por qué? Precisamente porque es joven. Desconoce las aprensiones experimentadas por otras más maduras, por lo tanto ni piensa en ironizar. La que se burla, por lo general tiene sólo pocos años menos que el objeto de su burla, y está expresando su propio miedo, sin darse cuenta de hacerlo. Si te ridiculizo, es porque estoy en posición de hacerlo, piensa, soy joven, me falta mucho para llegar a tener tu edad.

Este sentimiento de vacío lo provoca el no saber ver los pequeños-grandes momentos de felicidad que nos regala cada día nuestra vida, por esto algunas mujeres sienten que no han vivido, que no están viviendo, y sueñan con cosas mejores.
Si esta es tu realidad, amiga lectora, llegó el momento de realizar un cambio drástico, de apartar la tristeza y aprender a ver la belleza de un atardecer, la hermosura de un campo después de un día de lluvia o en última instancia, el brillo de las pocas docenas de estrellas que puedes divisar desde la ventana de tu cuarto. Observa con atención los primeros pasos que da tu hijo, pues nunca más se repetirá este momento, y atesora este recuerdo porque hará parte de tu bagaje de experiencia. Siéntete plena con tus triunfos diarios, teniendo presente que triunfo no equivale a fama. Triunfador es toda persona que desempeña con dedicación y amor una tarea que le guste, ya sea la realización de un experimento químico, la preparación de un pastel de fresa, la poda de un árbol o el escribir un libro. Triunfador es aquel que desempeña bien su labor, con alegría y satisfacción, gozando mientras lo hace, sintiendo la importancia de lo que está haciendo, grano de arena en la inmensa playa de la vida.
Entonces, si hemos hecho bien nuestra labor, si día tras día hemos triunfado en nuestra esfera, sea cual sea ésta, ¿Por qué deberíamos sentir este vacío y este sentimiento de fracaso? ¿Por qué el paso del tiempo debería hacernos sentir mal?

“La felicidad no es una estación a la que se llega, sino una manera de viajar” escribió alguien, una hermosa frase que debería hacernos reflexionar.
Felicidad no es ocupar la silla presidencial, sino ver el apoyo que recibimos en el camino para llegar a ella, comprender el amor que encierran los sacrificios realizados por las personas que nos ayudan, el pensamiento que nos quía sobre lo que haremos una vez sentados allí.
Felicidad no es solo los pocos instantes que dura un orgasmo, sino todo el amor que derrocha una pareja durante largos minutos de juegos y caricias para poder llegar a ello.
Felicidad no es solo juventud, sino las vivencias experimentadas en este tránsito, las semillas que hemos plantado en el camino hacia la madurez, la percepción de que alguna de ellas brota, el cariño con el cual nos reciben los amigos, la certeza de haber sembrado amor y de haber actuado con justicia y recoger todos los día los frutos de nuestra actuación
Hay que rendirle homenaje a la feminidad, a nuestra privilegiada condición de mujeres, pero sin hacer de ello un fetiche en pos de una ilusión equivocada. Ponernos ropa bonita, arreglarnos con esmero y gozo por el gusto de sentirnos bien con nosotras mismas y frente a los demás, más no con la intención de querer ser lo que ya no somos. Escondemos nuestras canas, si sentimos la necesidad de hacerlo, sin por ello creer que con esto el tiempo puede dar marcha atrás, pues el momento presente está lleno de hermosos momentos típicos de esta etapa.
La juventud tiene sus ventajas, pero la madurez tiene otras, por lo tanto, aceptémonos como somos con el paso del tiempo, y sobre todo, hagámonos aceptar por los demás, sencillamente sin tratar de mostrar una imagen de juventud que no nos corresponde ya.

Así que, amigas mías, si tienen cerca alguna mujer que se burla, abierta o solapadamente, de vuestra edad, no se molesten ya por ello. Comprendan los sentimientos de la otra, comprendan su vacío interior, su necesidad de aferrarse a una ilusión, pues se trata de una persona digna de ser compadecida de corazón.
Enza Scalicci
Psìquica Tarotista
Nùmero de contacto:
(0416) 309-86-93

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